Antonio Muñoz Molina subraya el paralelismo entre las conductas de unos exaltados contemporáneos y otros que lo fueron.
A algunos, entre los que me cuento, les gustaría mucho más una república o les importa relativamente algo menos que si queda leche en la nevera cuántas o qué banderas ondean en un edificio (lo normal sería que ondease únicamente la de institución que cobijan). Pero dado que se ha legislado sobre ello, resulta realmente primero alucinante y luego francamente desasosegador que el poder ejecutivo decida, código penal en mano, de forma absolutamente arbitraria y mediante la correa de transmisión de las fiscalías , qué se persigue y qué no.
La concentración de poderes de facto en unos mismos individuos ya está inventada en fórmulas como la monarquía y también en la dictaduras, militares, personales, o de partido, en las que conviene recordar el respaldo electoral suele ser abrumador. No hay paradoja alguna, la democracia no es (sólo) un mecanismo de elección, es sobre todo la existencia de un estado de derecho de libertados y obligaciones.
No es democracia la que respalda la discriminación, por mucha uninimidad parlamentaria que la refrende. Tampoco la es la que que deja impune la prevaricación desde los poderes públicos, por acción u omisión.
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