domingo, septiembre 30, 2007

... pero no quedaba nadie.

En relación al despido de la Rossi por su desagradable manía de hablar en castellano en la radio, lamento mucho tener que llevarle esta vez la contraria a Arcadi Espada en su taxativa demanda de apoyo, pero José García Domínguez tiene toda la razón del mundo. Haber hablado cuando la dejaban. Por cierto que ya lo dice todo dónde se aloja el manifiesto de apoyo a la susodicha. Ejem.

Nota: el título de esta entrada lleva el enlace correspondiente

sábado, septiembre 29, 2007

Interés relativo

El interés que pueda suscitar la aparición una nueva formación política a escasos meses de las elecciones generales es algo evidentemente relativo. No lo digo con propósito normativo, es una mera comprobacón empírica. A ver si no cómo se explica que, con la excepción de El Mundo, toda la información sobre la presentación de UDP en los diarios sea de agencias. Imagino que al final hubo problemas con el visado para la Casa de Campo (a la que además se llega muy mal en transporte público).

UDP corresponde a Unidad, Democracia y Progreso. Otro día comentaremos lo eufónico de las siglas y el para algunos dudoso acierto de los conceptos a los que remite.

Second Life (sin wifi)

Ha dejado muy sorprendidos a sus conocidos en Barcelona, aun conociendo su capacidad de fabular y de crear en su imaginario cualquier ficción.

miércoles, septiembre 26, 2007

Aún me estoy recuperando

No he encontrado el original, pero el editorial de La Vanguardia es, como decía Constantino Romero de su azafata Janín, inmarcesible. En román de la Alianza de Civilzaciones,
¡¡[Alà akbar]!!

... Ya de noche: como no he sido capaz de localizar el artículo en la versión electrónica del diario, mejor lo adjunto para solaz de muchos y asombro de todos.

Eso no es catalanismo

De un tiempo a esta parte, proliferan las manifestaciones de un soberanismo de corte maniqueo, con frecuencia maleducado e hiriente, que envenena las relaciones de Catalunya con el resto de España estableciendo una relación de vasos comunicantes con el españolismo catalanofóbico, su gran beneficiado. La comprensión o el silencio que han rodeado la quema de fotos del Rey en Girona y la conversión del engreído treintañero incendiario en mártir de una supuesta España represora son el último capítulo de un bochornoso serial ideológico. Protagonistas de tal serial son las plataformas independentistas - que obtienen un tratamiento periodístico muy por encima de su representatividad- y algunos personajes pintorescos: aquel celebrado actor que no consigue diferenciar los ingeniosos balbuceos de su personaje televisivo de la lamentable charlatanería de sus mítines; o aquel destemplado jurista que ha conseguido notoriedad denunciando a un Estado de cuyo aparato participa.

Se trata de un soberanismo de vuelo gallináceo, tan estridente como irreflexivo, fundado en los tópicos de la visión romántica de la historia. Su relato es sentimental y sus acusaciones no alcanzan sólo al Estado, a los políticos españoles o a España en general, sino también a políticos y miembros relevantes de la sociedad civil catalana, acusados de connivencia culpable y de cobardía, cuando no de traición. Esta visión de las cosas se divulga con sospechosa redundancia, a veces en tono sarcástico e insidioso, a través de unos medios públicos que deberían respetar escrupulosamente todas las sensibilidades ciudadanas.

Este soberanismo visceral acostumbra a reclamar del Estado español, con grandes aspavientos, el pleno reconocimiento de la pluralidad interna, pero es incapaz de reconocer, siquiera de respetar, la enorme pluralidad que anida en la compleja y cambiante sociedad catalana. La desacomplejada parcialidad con que desde los medios públicos se comentan los acontecimientos deportivos es el ejemplo más popular de la falta de respeto a la pluralidad catalana. La visión despectiva de las selecciones españolas o el tradicional barcelonismo de estos medios, ya de entrada discutible (según las estadísticas, un 40% de los catalanes son forofos de otros equipos), ha derivado en los últimos años en inaceptables formas de antimadridismo. No vale la excusa de que en algunos medios públicos de Madrid se cometen los mismos errores. Los extremismos extremismos se necesitan y alimentan mutuamente, pero Catalunya –que ha salido muy fatigada del reciente cambio estatutario– necesita cordura, seriedad e inteligencia para poder plantear sus justas reivindicaciones y debe exponer sus necesidades armándose de razón, no de excesos. Nada puede perjudicarla más que aparecer identificada con posiciones infantiles, extremistas.

Es evidente que este soberanismo ruidoso y ensimismado perjudica a la causa de Catalunya, pues provoca más recelo entre los propios catalanes que seducción. ¡Flaco favor se hace a la expansión de la lengua catalana si los medios que hacen bandera de ella desprecian a tantos catalanes que sienten o piensan de otro modo! Alegrarse de la derrota de la selección de Gasol, comprender o relativizar la quema de fotografías de los Reyes, insistir desde los medios públicos en el mapa pancatalanista olvidando el masivo sentir de los valencianos o aprovechar los graves problemas infraestructurales para promocionar la enésima plataforma soberanista no resuelve nada: complica más las cosas de lo que ya están. Si el independentismo en el Govern y el nacionalismo moderado en la oposición siguen manteniendo una relación ambigua, amable o acomplejada frente a estas minorías, lo pagarán caro. En este momento grave, la sociedad catalana exige seriedad, pragmatismo y moderación. También el socialismo que lidera las principales instituciones catalanas puede pagar caro su silencio concesivo y pragmático. A Catalunya le sobra hervor, pero le faltan palabras sensatas. Falta valentía para defender el principal legado del catalanismo: la defensa de los intereses materiales y culturales de Catalunya y la voluntad de hacerlos compatibles con el progreso de España.

Editorial, La Vanguardia. 24 de Septiembre de 2007

sábado, septiembre 15, 2007

Actualización

Después del título de la entrada anterior y sobre todo después de casi dos meses, la pregunta natural es si esto también se mueve, a pesar de todo. Pues sí, renqueando y sin prisas, pero se mueve. En unos días, más.